Sabías que… somos lo que comemos y nuestro cerebro lo sabe.

Hipócrates, considerado “el padre de la medicina”, sabía muy bien lo que decía cuando afirmaba que “somos lo que comemos”. Es un hecho contrastado que nuestro bienestar depende directamente de una buena alimentación.

Los beneficios de una dieta adecuada también se traducen en un gran rendimiento de nuestro cerebro. La capacidad de aprendizaje, lenguaje, atención, memoria, funciones ejecutivas y cognitivas e incluso los estados de ánimo están ligados al consumo de ciertas sustancias contenidas en alimentos específicos.

Somos lo que comemosLa nutrición en el período prenatal y en los primeros cinco años de vida de una persona es clave para el desarrollo de todo el organismo, por lo que alimentos ricos en proteínas como carnes magras, pescados, mariscos, legumbres o lácteos con poca grasa, serán de gran importancia en esta etapa de la vida.

Un aspecto relevante en la nutrición de los niños es que tengan siempre un nivel de glucosa estable durante el estudio, debido a que niveles de glucosa bajos afectan directamente al aprendizaje y al rendimiento cognitivo. Azúcares, miel, panes integrales, legumbres, cereales, frutas, verduras o la lactosa de la leche han de estar presentes en su dieta.

Otro elemento de vital importancia en la nutrición del cerebro son los aminoácidos. Con ellos favorecemos el aprendizaje, la memoria, el control de los movimientos y los estados de vigilia, la regulación de los estados anímicos, el sueño, el apetito y la atención. Los principales aminoácidos se encuentran presentes en carnes, huevos, pescados, plátanos, lácteos, harinas, patatas y almendras, entre otros alimentos.

Las proteínas contenidas en alimentos de origen animal, especialmente en el hígado y los mariscos, contribuyen a la regulación de la capacidad intelectual y del estado de ánimo. Además, los ácidos grasos omega 3 tienen especial relevancia en la nutrición del cerebro, ayudando a una mejora de su desarrollo y de las funciones cognitivas. Este ácido graso lo encontramos en peces como el salmón, la caballa, el atún o el arenque, además de estar presente en la soja y en las nueces.

Una buena dieta debe incluir un aporte adecuado de minerales:
• El calcio interviene en la transmisión de los impulsos nerviosos
(Leche y sus derivados)
• El hierro influye en el rendimiento y en el transporte de oxígeno a las células
(Carnes, legumbres y frutos secos)
• El zinc está relacionado con la actividad de los neurotransmisores
(Ostras, crustáceos, carne de cordero y leguminosas)

Para conseguir que nuestro cerebro se mantenga en forma le hacen falta unas buenas dosis de vitaminas, especialmente las del complejo B, ya que mejoran el desarrollo cerebral y las funciones cognitivas, no sólo de los más pequeños, también de adolescentes, adultos y personas mayores:
Vitamina B1
(Carne de cerdo y levadura de cerveza)
Vitamina B6
(Melón, pollo y plátano)
Vitamina B12
(Hígado, huevos y queso)

No nos olvidemos de beber agua
Tan importante como la alimentación es beber agua regularmente a lo largo del día. Existen numerosos estudios que relacionan la deshidratación con una disminución de la capacidad física e intelectual de una persona.

Es recomendable beber alrededor de dos litros de agua al día, sin olvidar que la pérdida de líquidos mediante el sudor varía dependiendo de diferentes factores, como la intensidad y duración del ejercicio físico o la temperatura, circunstancias que condicionan la cantidad de agua que deberíamos ingerir a lo largo de una jornada.

¿Cuándo es aconsejable beber agua? No sólo cuando tengamos sed. Lo más adecuado es beberla a lo largo de todo el día, de forma lenta y en pequeños sorbos.

Fuente: “Neurociencia y Educación” de Tomás Ortiz

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