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¿Malas notas? Quizá estemos mirando en la dirección equivocada en los procesos de aprendizaje.

Cuando un niño o una niña empieza a tener problemas en el colegio, nuestra atención se centra casi de inmediato en las notas y en los objetivos curriculares no alcanzados.

La reacción más común es apuntarle a clases de repaso para reforzar los contenidos o buscar nuevas estrategias de estudio y procesos de aprendizaje.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esto no funciona? Nos encontramos con frecuencia ante niños y niñas con una inteligencia dentro de la normalidad que, sin un trastorno del neurodesarrollo diagnosticado, no logran seguir el ritmo de sus compañeros.

A medida que la exigencia académica aumenta, el esfuerzo que realizan, a menudo inmenso, se vuelve insuficiente y la frustración aparece.

Más allá del TDAH: las raíces del problema.

La ansiedad, los bloqueos o la facilidad para distraerse que manifiestan estos alumnos pueden llevarnos a pensar erróneamente en un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

Si bien los síntomas pueden ser parecidos, las intervenciones psicopedagógicas centradas únicamente en la atención o el contenido académico suelen ofrecer resultados limitados.

La experiencia clínica y la neuropsicología nos invitan a mirar más atrás, a las etapas más tempranas del desarrollo. La clave podría no estar en cómo aprenden las materias regladas, sino en si construyeron adecuadamente los cimientos para poder hacerlo, los procesos de aprendizaje.

Los cimientos del aprendizaje: desarrollo motor y sensorial.

El aprendizaje no es un proceso lineal que empieza con el abecedario. Es una estructura jerárquica que depende de una correcta organización espaciotemporal en nuestra mente.

Esta organización se nutre de los prerrequisitos somatosensoriales, que son los verdaderos cimientos del edificio académico:

  • El esquema corporal: El conocimiento y control del propio cuerpo.
  • La organización espacial: La capacidad de entender dónde está nuestro cuerpo en relación con el entorno.
  • El ritmo: Una habilidad fundamental para la secuenciación de la información.

Muchos de los niños con estas dificultades no gatearon o lo hicieron muy poco, o no tuvieron una estimulación adecuada de su esquema corporal en las primeras etapas.

Problemas en los procesos de aprendizaje.

Cuando un niño ha desarrollado bien estos aspectos, puede usar su cuerpo como primera referencia para entender el mundo. A partir de ahí, es capaz de comparar elementos externos y, finalmente, abstraer y generalizar conceptos (más/menos, grande/pequeño), una habilidad crucial para las matemáticas y la lectoescritura.

Si esta base falla, el niño o la niña carece de una herramienta esencial para el aprendizaje. Su única vía para asimilar conocimientos es la memoria y la repetición de conceptos concretos, un camino enormemente costoso en términos de esfuerzo y recursos cognitivos que, tarde o temprano, conduce al desfase curricular.

Una mirada preventiva para un futuro de éxito.

El bajo rendimiento escolar es solo la punta del iceberg. Estamos comprometiendo su capacidad para comprender el mundo y, por tanto, su futura autonomía.

Por ello, es fundamental cambiar el foco. En lugar de intervenir solo cuando el problema académico ya es evidente, debemos adoptar una visión preventiva desde los centros escolares y en el hogar.

Integrar el trabajo del esquema corporal y la organización espaciotemporal en la Educación Infantil no es ‘perder el tiempo’, es construir los cimientos sólidos que permitirán a todos los niños y niñas afrontar con éxito los aprendizajes futuros.

Considerar estos factores en la evaluación psicopedagógica y en la intervención temprana es una herramienta poderosa y eficaz en la lucha contra el fracaso escolar.

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